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El modelo que busca funciones

  • Foto del escritor: Dannwolf Calvin
    Dannwolf Calvin
  • 3 jun
  • 6 Min. de lectura

Tottenham no fue protagonista de la última temporada inglesa en términos de regularidad o disputa por el título, aunque logró consagrarse campeón de la Europa League. Ese logro, si bien importante, no alcanzó para compensar un andar errático en la liga y algunas inconsistencias en el rendimiento colectivo. Mientras otros se incendiaron en lo deportivo o copaban la escena con fichajes millonarios, en el norte de Londres empezó a dibujarse algo más estructural. La reconstrucción no tuvo el brillo de una revolución, pero sí la dirección de un proyecto.


Con el arribo de nuevos responsables en el área deportiva, el club comenzó a trabajar sobre una lógica distinta en cuanto a scouting y contrataciones. No se trata de sumar nombres para calmar urgencias ni de buscar reemplazos por jerarquía simbólica. El foco pasó a estar en el tipo de intervenciones que el jugador puede realizar dentro del modelo. Quién puede cumplir con determinadas funciones, sostener determinados comportamientos, ejecutar determinadas decisiones. Ahí se juega la incorporación.


En esa línea se explican varios de los perfiles seguidos o incorporados recientemente: Archie Gray, Lucas Bergvall, Hugo Larsson, Ardon Jashari, entre otros. No hay una misma posición ni una misma edad. Hay, en cambio, patrones en el juego. Todos tienen buena relación con la pelota en contextos de presión, entienden los momentos para acelerar y para sostener, y muestran una disposición natural para el ida y vuelta. No son fichajes para el corto plazo. Son apuestas sobre cómo puede evolucionar el sistema si se incorporan piezas con esas características.


La estructura del scouting está organizada en departamentos que cruzan información y se retroalimentan. El dato no reemplaza la observación, pero la orienta. Se trabaja con un modelo de análisis que integra métricas de eventos, mapas de calor, secuencias colectivas, análisis biomecánico y carga de esfuerzo. Cada jugador es observado no solo en términos individuales, sino dentro de los sistemas donde actúa. ¿Dónde toca más la pelota? ¿Cuánto tiempo la retiene? ¿Qué decisiones toma cuando no la tiene? ¿Cómo modifica su juego al cambiar de contexto? Las respuestas a esas preguntas no se sacan de una estadística aislada: se construyen a partir de capas de interpretación.


El trabajo con video es otro eje central. Se diseccionan acciones específicas para entender el proceso detrás del resultado. Una intercepción no vale solo por cortar un pase, sino por cómo se lee la jugada, desde qué perfil se anticipa, qué consecuencia genera. Tottenham prioriza ese tipo de microanálisis. Y eso lleva a que la validación de un perfil no sea por acumulación, sino por ajuste. No se busca lo que el jugador hizo mucho, sino lo que hizo mejor dentro del rol que se proyecta para él.


Esa mirada cobra sentido al analizar el juego de Postecoglou. Su Tottenham intenta construir desde una salida limpia, atraer para liberar, fijar para dañar. Para eso, hay ciertos roles que se vuelven estructurales en su modelo. El doble pivote, por ejemplo, necesita interpretar alturas, activar circuitos interiores y corregir transiciones. En este rol, Bentancur ha sido clave por su capacidad para romper líneas con pase o conducción, sumado a su lectura para posicionarse como receptor libre.


Los laterales no son simples carrileros: son organizadores desde los costados. Pedro Porro asumió ese rol con naturalidad, sabiendo cuándo proyectarse, pero también cuándo fijar desde zonas más interiores. Por el otro lado, Udogie ofreció recorridos agresivos con mejoría progresiva en su interpretación defensiva. Los extremos deben sostener amplitud, pero estar listos para pisar zonas de definición. Kulusevski, desde la derecha, aportó esa mezcla de control y profundidad; mientras que por izquierda, jugadores como Son mantuvieron la amenaza constante al espacio y al gol.


Todo eso requiere jugadores que piensen y ejecuten rápido, que asuman decisiones sin perder el sentido colectivo. El scouting trabaja sobre esas necesidades funcionales, buscando futbolistas que ya expresen comportamientos compatibles, aunque vengan de contextos diferentes o niveles menores. No se trata de replicar nombres, sino de asegurar que esas funciones puedan sostenerse, incluso si cambian los intérpretes.


Por ejemplo, ante presión alta, la consigna es progresar desde el pase raso o la conducción; no rifar. Ahí un central que sepa dividir con sentido es más valioso que uno que simplemente despeje. En bloque medio, los interiores tienen que poder fijar y soltar en tercer hombre. En transición, cada recuperación debe transformarse en amenaza. No es solo correr: es correr con dirección. Por eso se incorporan jugadores que ya muestran esos patrones en sus ligas de origen, incluso si no brillan estadísticamente.


La lectura táctica de cada jugador es clave. Qué tipo de pases intenta. Dónde recupera. Cómo reacciona tras pérdida. Cuáles son sus tiempos para moverse sin pelota. Cada dato sirve para componer una foto más precisa del perfil. En el caso de Archie Gray, por ejemplo, no es solo su capacidad para jugar como interior o lateral, sino la manera en que regula esfuerzos, interpreta coberturas y mantiene la conexión con el centro del juego. Lo mismo ocurre con Larsson y Jashari: medios con criterio, agresivos sin pelota, confiables para sostener secuencias largas.



Además, el área de análisis ha comenzado a intervenir en la detección temprana de tendencias de rendimiento. A través del seguimiento longitudinal de los jugadores observados, se proyectan curvas de evolución que permiten estimar no solo el techo de un perfil, sino su punto de entrada más conveniente al equipo.


Ese "punto de maduración funcional" se refiere al momento específico en que un jugador está preparado, no solo físicamente sino también en términos de comprensión táctica, intensidad de juego y capacidad para adaptarse a las demandas del modelo. No es un punto fijo ni generalizable: depende tanto del recorrido del jugador como del sistema que lo va a recibir.


Para calcularlo, se cruzan variables como edad, historial de minutos acumulados, entorno competitivo previo, regularidad de rendimiento, respuestas bajo presión y evolución de patrones técnicos en diferentes contextos. El análisis incluye momentos de ruptura (cambios de club, entrenadores, posiciones) y cómo el jugador respondió a cada uno de ellos. El objetivo no es adivinar el futuro, sino minimizar el margen de incertidumbre al momento de la incorporación.


Esta lógica desplaza la tradicional idea de "fichar por presente" y la reemplaza por una lógica de "fichar por proyección situada": entender no solo lo que el jugador es, sino en qué condiciones puede ser mejor. Claro que no es infalible. Las proyecciones siempre se construyen sobre contextos cambiantes, y factores como lesiones, adaptación personal, o transformaciones tácticas del equipo pueden alterar el escenario. Pero lo importante no es eliminar el error, sino reducirlo a partir de decisiones mejor fundamentadas.


Esa capacidad de anticipación también les permite operar con mayor ventaja en el mercado. Mientras otros clubes esperan a que un jugador explote para lanzarse a su búsqueda, Tottenham ya lo tiene segmentado, analizado y proyectado. Esto no evita el margen de error, pero lo disminuye. Y sobre todo, acorta los plazos de integración táctica, ya que el modelo de juego y el perfil están pensados en conjunto.


El dilema aparece cuando se va una figura importante. El riesgo de caer en la tentación de "buscar otro igual" está siempre latente. Pero el Tottenham parece querer pararse en otro lado: no reemplazar nombres, sino funcionalidades. Si se va un lateral que progresa en conducción, no necesariamente hay que traer un lateral de renombre, sino alguien que pueda ocupar esos espacios, generar esas ventajas. Si se pierde un delantero goleador, no alcanza con traer otro que tenga buenos números: hay que encontrar quién puede cumplir esa función en el sistema.


Este enfoque también desafía al mercado. Porque implica resignar impacto inmediato por coherencia estructural. El caso de Harry Kane es ilustrativo: no buscar "otro goleador" sino reconfigurar el juego ofensivo con más participación desde los mediapuntas, mayor movilidad de los extremos, y alternativas desde la segunda línea. Son decisiones que no siempre se entienden afuera, pero que apuntan a sostener una idea de juego.


Todo conduce a una cuestión de fondo: ¿incorporamos para que el nombre suene o para que el juego funcione? El Tottenham plantea esa discusión con hechos. Y deja una pregunta abierta para pensar: ¿Estamos preparados para dejar de buscar "otro Kane" y empezar a preguntarnos qué tareas cumplía y quién puede ejecutarlas mejor hoy? El cambio de mirada es simple en apariencia, pero profundo en sus consecuencias. Se juega en el área de scouting, pero impacta en toda la estructura de decisiones de un club. Y, quizás, en la forma misma en que entendemos qué es construir un equipo.


Calvin Dannwolf



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