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Un infernal de potrero

  • Foto del escritor: Bracamonte Hector
    Bracamonte Hector
  • 18 nov 2024
  • 5 Min. de lectura

Los infernales, o División Infernal, era un ejército gaucho de la provincia de Salta comandado por Martín Miguel de Güemes.


Maximiliano Padilla se enteró de que Boca Jrs. iba a hacer una prueba en Salta capital y decidió acercarse desde su pueblo para probar suerte. Llevaba sueños, y también la pasión y el sacrificio con los que venía preparándose para ese momento. Es el camino que hacen tantos pibes de nuestro país, que cargan con un bolso que pesa bastante menos que sus ilusiones. 


Maxi se mezcló con la maraña de adolescentes que, cada año, intentan hacer historia. Y trató de destacarse entre ellos. Lo logró a medias, no jugó mal, pero no lo llamaron para la siguiente fase. La frustración y la desilusión se condensaron en la frase del captador: “Gracias por venir a la prueba… A los chicos que no quedan, les digo que el fútbol no empieza ni termina en Boca. Hay que seguir intentando, entrenando y probando…”. Bla, bla, bla. Este discurso se repite, una y otra vez, en cada prueba de cada club medianamente importante de nuestro país. Una forma de maquillar el descarte, el “seguí participando”, el “tanta plata, tanto esfuerzo al pedo”.


En 1805 Güemes llega a Buenos Aires, donde es partícipe de grandes proezas en las invasiones inglesas. El desfachatado, por ejemplo, fue crucial en la captura de un barco británico atacando por sorpresa con unos pocos soldados más…


Al pedo no. Descartado, menos. Porque, si algo tenía Padilla, era perseverancia. Además, hubo quien supo verlo: el Apolo Robles, un captador del norte argentino para quien su desfachatez y su alma de guerrero no pasaron inadvertidas. Por eso, algunos meses después de aquella prueba fracasada, Maxi volvió a Capital Federal, junto con otros tantos jugadores, para probar en otros clubes. 


Pero “otros clubes” no es Boca y la espina xeneize clavada en su alma guerrera seguía picando. Perseverancia, desfachatez…  Maxi decidió ir a Boca y decir que había pasado el filtro en Salta: que estaba listo para la siguiente prueba.  La mentira caló: “No te tenemos anotado —respondieron los coordinadores del selectivo—, pero venís desde lejos… Vamos a verte igual”.


Maxi debe ser de los únicos casos de autoescouteo en el mundo. Probó, y le salió bien. Segunda oportunidad en Boca… para un chico salteño de trece años, no es poca cosa.  El guerrero la supo aprovechar. O quizás algo más grande y más antiguo lo impulsaba; algo gestado en su tierra linda e indómita, algo en su sangre infernal. Lo cierto es el zurdo halló un lugar en la prueba y, más tarde (más camino, más sacrificio), volvió a pisar el verde del pasto, esta vez, con la azul y oro contra el pecho. Padilla el guerrero, el desfachatado, se posicionó como uno de los mejores 3 del país y fue parte del sub-17, con jugadores como Paredes y Ocampo, entre otros.


Luego de la segunda defensa frente a la invasión inglesa, en 1807, la muerte de su padre y el comienzo de sus problemas respiratorios lo hacen retornar a Salta; la humedad de Buenos Aires lo tenía a mal traer…”.


Año 2014. Maxi estaba en su mejor momento profesional y jugando en reserva. Tenía veinte años y un abanico enorme de posibilidades, todas gloriosas. Pero la vida es eso que hace un bollo con los sueños y los tira al tacho, eso que te destroza la rodilla con un quiste, eso que te manda al quirófano dos veces, y arreglátelas como puedas con tus cambios hormonales, tus dolores incesantes, tu sobrepeso. Fin del contrato, de vuelta a casa. Y el mundo que se vino abajo.


Al inicio de la Guerra Gaucha en el Noroeste Argentino, San Martín lo pone al frente del ejército. Se puede decir que Güemes es el inventor de la “guerra de guerrillas”. Conocedor del terreno y de los pormenores del clima, dio batalla y salió triunfante contra el ejército realista, que no pudo contra los infernales y se decidió por la retirada al Alto Perú…


El camino volvió a recorrerse, ahora a la inversa. Rosario de la Frontera (su pueblo natal, y también el de Carmen Puch, esposa de Güemes) lo recibió con su aire familiar, fresco y querido. Fueron tiempos de trabajos temporales, de fulbito en el potrero con amigos, de tratar de aceptar esa nueva vida con ese nuevo cuerpo. ¿Le pesarían más sus 115 kg o lo que pudo haber sido y no fue? 


¿No fue? Ojo, porque la vida siempre guarda un “quizás”. Y a Maxi se lo entregó siete años después. La posibilidad única para volver al fútbol profesional apareció con Beto Gallo, un directivo loco, pero era posibilidad al fin. Loco, porque confió, porque vio lo invisible, lo infernal. Loco, porque llevó a este exjugador fuera de forma y ya lejos del mercado para meterlo en Central Norte. Loco, porque se peleó con toda la directiva para que el gordito quedase y pudiera disputar el Federal A. Al guerrero le bastaron un par de acciones para ganarse el puesto en ese equipo y unos meses de entrenamiento lo posicionaron como una de las figuras del torneo. Sí fue: su sueño volvía a ser real.


Ya gobernador de Salta y casi sin apoyo del Gobierno nacional, sostuvo todos los embates del realismo desde el norte. Sin embargo, al mismo tiempo, perdía en la guerra civil y, desde el sur, los tucumanos y un grupo de la clase alta de Salta le quitaban su posición de poder…


El Maxi de sangre infernal, indómita, como la de sus ancestros, tomó carrera nuevamente. A la vida, le encajó una patada feroz en medio de la cara, y defendió su arco como mejor sabía hacer. Desanduvo pasos, recorrió otros nuevos, y logró jugar en la Primera Nacional: Estudiantes de Río Cuarto fue su primera parada. Otra vez debió pelearla, así de reiterativa puede ser esta vida tenaz. 

Pero, cuidado, vida, no te engolosines, acordate de a quién estás intentando joder.


Una herida de bala y la hemofilia se conjugan; Güemes lucha durante varios días, pero la infección aumenta. A pesar de haber ganado mil batallas, pierde esta, la que se lleva su vida…


21 de enero de 2021: Estudiantes de Río Cuarto vs. Platense. La segunda final por el ascenso a primera división fue, nuevamente, por penales. En la primera, contra Sarmiento de Junín, no había tenido la chance de patear. Esta vez, la chance se la dio él mismo. Se puso el infernal poncho rojo, tomó el sable y sentenció: “Yo voy primero”. Maxi convirtió su penal, al igual que Ortigoza, otro experto en el rubro. Pero el arquero calamar, héroe entre héroes, le quitó a Estudiantes la posibilidad del ascenso. A pesar de haber ganado mil batallas, perdió esta.


En el año 2016, se reconocen las patriadas del héroe norteño. Desde entonces, el 17 de junio, Día Nacional de la Libertad Latinoamericana, es feriado nacional, en conmemoración de su muerte y en reconocimiento de sus actos…


Dicen que los guerreros nunca descansan, y quizás sea cierto. Quizás, en algún lugar, las huestes infernales sigan sobre sus caballos, peleando por esta patria nuestra. Muchos queremos creerlo. Acá, por estos lares más terrenales, como tantos, Maxi pelea su propia batalla, liderando su pequeño ejército de tres. Sigue enfrentándose a las lesiones, los fracasos y las trabas económicas. Sigue recorriendo caminos a fuerza de mudanzas y cambios. Y pateándole la cara a la vida, porque no negoció con ella su entrega y sacrificio. Y porque el sueño de jugar en el fútbol grande sigue intacto. Luego de buenas campañas en Río Cuarto, el camino lo llevó a Mendoza. Hoy sigue allí, sangre indómita de tierra linda regando el campo verde de Gimnasia.


Güemes luchó desde los 14 por la patria.


Padilla lucha desde los 14 por su patriada.


Corrección y edición M. Fernanda Rey

Hector Bracamonte



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